Circular en moto por ciudad, pautas para reducir el riesgo de accidente
La moto se ha consolidado como una de las soluciones más habituales para desplazarse por ciudad. Agilidad, menor ocupación del espacio público y tiempos de trayecto más previsibles explican su crecimiento en los entornos urbanos. Sin embargo, esa presencia creciente convive con un dato persistente: los motoristas siguen figurando entre los usuarios más vulnerables de la vía. Comprender por qué se producen los accidentes y cómo reducir su impacto resulta determinante para quienes circulan a diario entre semáforos, cruces y tráfico denso.
Las estadísticas de la Dirección General de Tráfico confirman que una parte significativa de los siniestros con motocicletas se concentra en zonas urbanas. Las colisiones laterales en intersecciones y los alcances a baja velocidad aparecen entre las tipologías más frecuentes. No suelen estar asociadas a velocidad elevada, sino a errores de percepción, falta de anticipación y coexistencia compleja con otros vehículos.
La visibilidad es uno de los factores más críticos. En ciudad, muchos accidentes tienen su origen en maniobras en las que el conductor de un coche no detecta la presencia de la moto. Circular siempre con luces encendidas, ocupar una posición visible dentro del carril y evitar los ángulos muertos reduce de forma considerable este riesgo. No se trata de reclamar prioridad, sino de asumir que la moto exige una estrategia activa para ser vista.
El control de la velocidad adquiere un matiz específico en el entorno urbano. Aunque los límites suelen ser bajos, la sucesión constante de obstáculos exige una conducción aún más modulada. Pasos de peatones, carriles bici, autobuses en parada y giros inesperados forman parte del escenario diario. Informes del Instituto de Seguridad Vial señalan que adaptar la velocidad al contexto real de la calle resulta más eficaz que ceñirse únicamente al límite marcado en la señalización.
Las intersecciones concentran otro foco de riesgo. Los giros a la izquierda y las incorporaciones desde calles secundarias requieren una atención reforzada. El motorista debe anticipar posibles trayectorias erróneas de otros vehículos y mantenerse preparado para frenar o esquivar. Aquí la distancia de seguridad vuelve a adquirir importancia, no solo respecto al vehículo precedente, sino también frente a los laterales.
El estado del firme urbano introduce variables adicionales. Manchas de aceite, tapas metálicas, pintura vial o adoquines mojados alteran la adherencia y pueden provocar pérdidas de control incluso a baja velocidad. La experiencia demuestra que circular con suavidad, evitando frenadas bruscas y aceleraciones secas, reduce este tipo de incidentes. La ciudad impone una conducción técnica basada en el equilibrio más que en la rapidez.
El equipamiento personal cumple una función que trasciende lo legal. Casco homologado, guantes y ropa con protecciones no evitan el accidente, pero sí influyen de manera directa en la gravedad de las lesiones. Estudios hospitalarios citados por la Organización Mundial de la Salud muestran que el uso de equipamiento adecuado reduce de forma significativa las lesiones en extremidades y tórax, incluso en colisiones a baja velocidad, típicas del tráfico urbano.
La actitud al manillar completa este conjunto de factores. La prisa, el exceso de confianza y la respuesta impulsiva ante errores ajenos suelen estar presentes en los siniestros urbanos. Mantener una conducción defensiva, basada en la previsión y en la lectura del entorno, permite ganar segundos decisivos para reaccionar. Ceder espacio y asumir que otros usuarios pueden cometer fallos forma parte de una estrategia de autoprotección eficaz.
La formación continúa juega también un papel relevante. Cursos de perfeccionamiento y actualización en seguridad vial ayudan a revisar hábitos adquiridos con el tiempo. Entidades especializadas y expertos en movilidad RACC han insistido en la importancia de adaptar la conducción a los cambios urbanos, donde conviven motos, bicicletas, patinetes y peatones en un espacio cada vez más compartido.
En ciudades medianas y grandes, la convivencia entre modos de transporte obliga a reajustar prioridades. La moto ofrece ventajas evidentes, pero exige un compromiso constante con la atención y el autocontrol. Evitar accidentes no depende de una sola medida, sino de un conjunto de decisiones cotidianas que se repiten en cada trayecto. La experiencia urbana demuestra que circular con previsión, mantener la visibilidad y respetar los márgenes de seguridad resulta más eficaz que confiar en la rapidez de reacción.
La seguridad del motorista en ciudad se construye kilómetro a kilómetro. No responde a gestos heroicos ni a maniobras espectaculares, sino a una lectura serena del tráfico y a una relación consciente con el entorno. En ese equilibrio entre agilidad y prudencia se encuentra la diferencia entre llegar antes y llegar bien.
Se realizó en un olivar granadino para conmemorar los cien años de la marca cervecera.
El presunto autor está previsto que pase a disposición judicial este viernes








